Buscando el significado de educación, me encuentro que proviene del latín “educere”, que significa sacar, extraer y que educar tiene que ver con formar, instruir. Está claro que queremos formar a la persona para que se desenvuelva en la sociedad que le toca vivir. Que sea capaz de ser un ser humano cortés, delicado, de presentar cierto civismo en las relaciones con los demás. El tener o no este tipo de educación nos hace avanzar.
Al hablar de educación, también, nos viene a la cabeza, el formar a la persona para que desarrolle sus habilidades intelectuales, se le ofrece contenidos de diversos ámbitos, para que los aprenda y le sirvan en su desarrollo personal. Está claro, que cuando nos adentramos en el mundo de la niñez y la juventud, buscamos personas educadas con las gente que les rodean, que entiendan y atiendan a las normas, que sean amables. En ello tiene mucho que decir la educación recibida en casa, las normas o límites que marcan las familias. el hecho de que conozcan las consecuencias de lo que hacen.
Lo que cambia un niño y una niña, si sabe a qué atenerse o por el contrario, su vida es un desequilibrio, según el humor de las personas adultas. Quisiéramos niños y niñas educadas a mi alrededor, que puedan tener sus rabietas, sus momentos de oposición, aunque eso no sea la tónica general de su comportamiento. Y quisiéramos que las y los adultos que los acompañan en su crecimiento, no se ofusquen, que hoy no den premios y mañana les cubran de privilegios sin medida.
Es preciso tratar y que nos traten sonriendo, con cordialidad, siendo personas consideradas y moderadas en lo que hacemos o decimos. Si sabemos respetar, ya tenemos mucho ganado, si dejamos de lado gestos ordinarios o gritos, actitudes prepotentes, todo irá mejor. Si somos personas educadas, las y los demás también serán educados, la gente que nos rodea observará cómo nos comportamos y les serviremos de modelos.
Aunque también es cierto, que para tener educación es necesario que nos re-eduquemos primeramente. ¡Comencemos!
Ana Llamas